viernes, 29 de junio de 2012

¿De quién es la calle?

La calle siempre ha sido un espacio público, querido. Allí vamos a encontrarnos con el vecindario, a celebrar los acontecimientos importantes, nos manifestamos por las causas justas. Ha sido también espacio de juegos, de tejos, arrumacos y cervecitas en el verano. Hay quién en un alarde de ejercer el control  absoluto expresó: "la calle es mía"
Debo reconocer que esa propiedad privada de lo público me preocupa y no he podido abstraerme, durante toda esta semana, del acontecimiento que conmocionó, a una parte de este barrio de Vallekas, el viernes pasado y sobre todo a un colectivo juvenil, que busca su lugar en la calle y en lugar de hallar elementos de vida y celebración, encuentra la muerte.
Pero lo que me lleva a utilizar este blogs, como espacio terapéutico, es la imagen que contemplé a la salida del funeral, que se celebró por la muerte de Ramiro, en una parroquia de Vallekas.
La Iglesia estaba llena de un público juvenil, uniformado con pantalones vaqueros y camisas, camiseta, blusas y trajes negros. El negro, cada vez más en desuso, como símbolo de luto, se convirtió en vestimenta natural, en signo de identidad, durante los cuatro días de diferentes actos en homenaje y recuerdo a Ramiro.
Pues bien, la iglesia casi se  llenó de jóvenes latinos y españoles que compungidos, sin saber muy bien qué hacer con las flores, que llevaban en sus manos, iban colocándose en la Iglesia para participar en la Eucaristía. 
Buena ocasión, pensaba, para expresar la rabia, el dolor, el sinsentido de la muerte de un joven violenta, perpetrada por otro joven, que también ha marcado su vida para siempre. La celebración transcurrió dentro  de esa triste desconección, que en numerosas ocasiones, tiene la Iglesia con la vida...ocasión perdida para hablar de la violencia, la rabia, la necesidad de vivir la interculturalidad como una riqueza y no como causa de problemas, la necesidad de convivir en paz.
Salía de aquel espacio con el alma desangelada, cuando se empezó a armar un barullo en la calle. De un coche, con el capó abierto, y a través de unos potentes altavoces, salía la voz profunda de unos raperos, que a través de la música, expresaban su particular homenaje, lleno de dolor, rabia, alegría y compromiso con el amigo muerto. En la calle, donde se sienten cómodos, alrededor de un coche que sirve a menudo de mostrador del botellón. Allí lloramos tranquilamente, con la invasión de esa música salida de las tripas de unas generaciones que pelean por sus espacios, en la calle y en el mundo. Y en esa pelea, algunos dejan la vida.

domingo, 8 de abril de 2012

El triste vía crusis...

Hace tiempo me propuse no entrar a valorar las actuaciones y declaraciones de la Iglesia Jerárquica. En mi pueblo dicen: "no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio".


Debo reconocer que en muchas ocasiones he hecho un auténtico esfuerzo para cumplir con el compromiso adquirido conmigo misma, sobre todo, teniendo entre mi grupo de amigos y amigas, mucha gente creyente, haciendo otro mundo posible a través de comunidades cristianas de base, grupos de acción católica, teología feminista, etc.

Sin embargo, las últimas manifestaciones de un responsable de la iglesia católica, a través de la televisión pública en el oficio del viernes santo, me ha hecho romper el silencio. Y lo hago, entre otras cosas, por estar al lado de un montón de creyentes "enrabietados" por este tipo de actuaciones, que empiezan a darse demasiado regularmente. Y denuncian, denunciamos desde el compromiso con los valores del Evangelio, estas manifestaciones como un atentado contra la caridad cristiana, contra las bienaventuranzas, contra el respeto a las libertades individuales, colectivas e institucionales.

Resulta lamentable que cuando este país vive un auténtico vía crucis de recortes a las personas que más dificultades tienen, a través de la ley de la dependencia, o miles de familias se encuentran sin viviendas a causa de las estafas de los bancos, la Iglesia, que tendría que defender la justicia social. se dedica a "envenenar" a la gente con consideraciones estrictamente morales, sin además realizar ningún tipo de autocrítica a las conductas "moralmente sospechosas" de algunos de sus representantes.

Creo sinceramente que si a Jesucristo se le ocurriera de nuevo darse una vuelta por aquí, volvería a coger el látigo para denunciar en qué han convertido su templo y añadiría, muy probablemente, que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra...

Sin embargo, mientras los señores de la iglesia institucional utilizan sus púlpitos para anunciarnos los demonios, el pecado, la maldad y la venida  del lobo, el Dalai Lama manifiesta:
"Mi verdadera religión en la Bondad. Si la practicamos en nuestra vida, no importa si sabemos mucho o poco, o si creemos en la próxima vida o no, en Dios o en Buda. En nuestra vida cotidiana tenemos que ser compasivos/as. Ese es el pasaje a la Luz.


Ha sido una semana triste, debe ser que el pasaje a la Luz es muy costoso.







domingo, 26 de febrero de 2012

Algunas cosas de mi viaje a India




Ayer llegué de mi viaje a India, afortunadamente con una larga travesía que incluye tres aviones, para ir haciendo el tránsito de un mundo a otro. Casi sin darme cuenta, empiezo a hacer mi vida de nuevo, como si nada hubiera pasado; miras los que queda en el congelador, repartes los regalos, le cuentas a tu madre que el viaje era más lejos de lo que le había dicho, tomas contacto con las personas más cercanas, intentas recuperar la siesta del sábado y poco a poco voy cogiendo mi ritmo.

Por eso, en este domingo soleado de Madrid, mientras ya Gabriel se ha ido a jugar al fútbol, David y Esther duermen y la comida cuece a "fuego lento", mezclándose los olores del pollo con el del delicioso café, me he puesto a hacer éste tránsito necesario.

Mi viaje a India era "una tarea pendiente", he sido siempre muy cercana a ese país, tengo amigas indias y sabía que algún día iría a vivirlo. Y José Ramón y Rosa, me lo pusieron en bandeja encargándose de la organización. La idea era participar en un proyecto de revisión de  niños y niñas  de una escuela, situada en el medio rural, denominada Bodhi Tree, que se encuentra en Bodh Gaya.
Bodh Gaya es una pequeña ciudad, situada en el Nordeste de India, uno de los estados más pobres del país, lugar sagrado y de peregrinación  para los budistas. Allí  el joven Sidharta, procedente de Nepal,  recibió la iluminación, junto a un árbol, convirtiéndose en Buda. Hoy, en este lugar se ha levantado un templo dedicado a la oración y en la ciudad se concentran numerosos templos y monasterios representantes de países budistas.

Digo ésto porque la ciudad está marcada por esta realidad turística-religiosa-mística, que a mi me ha resultado enriquecedora y muestra de la múltiples realidades que conviven en este país, profundamente pacífico, pobre, lleno de contrastes, acogedor y agradecido.

El ir de la mano de una organización local nos permitió en poco tiempo darnos un auténtico baño de realidad. Por la mañana, y hasta las dos de la tarde, estábamos en la escuela haciendo el chequeo de los 220 niñas y niños que acuden de las zonas rurales al Bodhi Tree, criaturas, desde los cuatro años hasta los doce, que, sin zapatos la mayoría, recorren todos los días, de cuatro a seis kms para acudir a la escuela. Uniformados, con un rostro aparentemente serio, que se convierte en sonrisa ancha, cuando empiezas a mostrarles sus propias fotos o reciben uno globo.

El chequeo, con una ficha que había preparado Jose Ramon, fruto de su anterior visita, contenía los datos relevantes. Se trataba de detectar el estado general y si percibíamos problemas más serios, hacerles un seguimiento. La realidad es que, solamente unas diez personitas necesitan que su estrabismo se corrija, uno que probablemente lleve aparato y el resto, lo denominamos cariñosamente "lavar, engrasar, y jalar", necesitan limpieza, chanclas y aumentar las dosis de lentejas, aunque tienen un sistema inmunológico, que ya lo quisiéramos para nuestras familias. Como muestra, tuvimos unas anginas espectaculares, de las que ni el propio crío había dado muestras de enterarse, heridas que se cicatrizaron en dos días, fiebres que desaparecieron en 24 horas, sin dosis sucesivas de apiretal.
Con éstos niñas y niñas, por las tardes, visitábamos sus pueblos, veíamos a sus familias, sus campos de arroz, sus vacas, sus hermanos y hermanas, generalmente peor cuidados que ellos, porque eso sí, detectamos un mayor cuidado en los mayores.

Esta realidad, aparentemente dura del mundo rural, es mucho más protectora que la de los millones de personas que viven en la ciudades, una muestra de ello la  encontrada en Cálcuta. En las zonas rurales, tienen arroz, lentejas, gallinas, cerdos, verduras y todo el mundo se conoce.

Sin embargo, en nuestra visita a Cálcuta, la ciudad de la contaminación, los ruidos, la madre Teresa, los cuervos, encontramos la realidad de una urbe que concentra en torno a las vías del tren, en las aceras, en los bordes de las carreteras, miles de personas, que viven, sinceramente no sé cómo, pero en paz.
Es una ciudad en la que caminas a cualquier hora sin sentirte en peligro, la miseria huele a inciencio, la gente hace cola y pide número para enterrar a sus muertos y echarlos en el mismo río donde lavan y se lavan.

En Cálcuta estuvimos viendo las casas de la Madre Teresa, la Premio Nobel de la Paz. Ya puede darse prisa en volver, porque desde luego quienes están en sus casas están limpios, cuidados y tendrán una vida y muerte digna pero todavía  queda en la calle, mucha gente aguardando la intuición y la capacidad de organizar de ésta mujer, pequeñita, a la que  no tenía una particular devoción pero a la que hoy debo un paso más en mi crecimiento personal.

Todos los viajes enseñan infinidad de cosas, aumenta nuestro nivel de conocimiento pero creo que este tipo de experiencias a mi me enseñan, sobre todo de mi misma, de la capacidad de estar y de estar bien, viendo lo que ves, haciendo lo que te toque, escuchando las numerosas voces que dentro y fuera te dicen, quién eres y para que estás en éste mundo. Por eso, sigo pensando que la India no es lugar, como otros del llamado del Tercer Mundo, para resolver nuestros propios problemas porque te los aumenta.


Cuando salía de Cálcuta, en medio del ensordecedor ruido que llena sus calles, y cuando he llegado a Madrid, al orden y la limpieza, he dado gracias a la vida que me da tanto. Me da la posibilidad de viajar y conocer gente buena que quiere ser mejor, me permite agradecer el haber nacido aquí y que mis hij@s puedan elegir entre  carne o pescado para comer porque no soy mejor que las madres que ven morir de hambre a sus hijas e hijos, en India o en el Congo, doy gracias porque hago lo que me gusta en la vida, por tener gente que me quiere y a la que quiero. Y doy gracias porque cada vez que viajo aprendo a quejarme menos y a trabajar más por lo que creo, un mundo más igualitario, allá y aquí. Ya me uno a las manifestaciones contra los recortes, contra la corrupción y las desigualdades de este país porque quiero que la gente de India avance y que este país no retroceda.

Gracias a quienes se han ofrecido a llevarme las maletas, cada vez voy más ligera de equipaje, pero si estoy dispuesta a organizar más viajes como éste, en el que pudimos trabajar con maravillosas criaturas, meditar, ser bendecidas por el delegado del Dalai Lama, acudir a una boda india, estar con el primer ministro de la región, tomar el té con familias acogedoras, compartir con Mister India 2007 o estar frente la tumba de la Madre Teresa. Todo esto....no tiene precio ni desperdicio. Feliz día